La imaginación desbordada lleva a veces al hombre a las más sublimes cotas del arte.
Esa imaginación, en otras ocasiones, le conduce sin remedio a los confines de la locura (arte y locura van a menudo de la mano).
Sin embargo, para la mayoría de los mortales, la modesta dosis de imaginación que sobrevive a la adolescencia no nos alcanza ni siquiera para interpretar la realidad, y nos obliga a vivir en un mundo de tinieblas, gobernado por estúpidos dogmas y lemas, cuya expresión escrita cabe en un tweet.